Las ideas resultan molestas. ¿Cómo conseguir defenderse de los efectos perturbadores de ellas?
Con estrategia persuasiva y resistencia tenaz. Contamos aquí veinte formas de enterrar una idea, no para destruir la de los otros, sino para defender las propias. He aquí el catálogo destructor:
1. Ignorarla. Poner un silencio de muerte a toda propuesta desanimará a su autor, aunque sea de los más curtidos.
2. Eludirla. Se presiente la llegada de una idea a la vista del apuro y de la ansiedad del que se prepara a exponerla. Cambiar de tema, levantar la sesión, hacerse el tonto, son modos para evitar que prospere.
3. Despreciarla. Es muy eficaz levantar una ceja y decir con voz dulce y tono de asombro "no dirás esto en serio".
4. Ridiculizarla. Decir riendo "Oh, está muy bien, habrás tenido que velar toda la noche para tener esa idea". Si, por casualidad, esto es verdad, es aún más gracioso.
5. Elogiarla. Una avalancha de elogios hará que todos aborrezcan la idea, incluso su autor.
6. Propagar que no es nueva. Si se consigue dar a la idea un cierto parentesco con otra ya conocida, el hecho de que ésta pueda ser mejor pasará inadvertida.
7. Hacer ver que no va con la política de la empresa. Como nadie sabe cuál es esa política, no se corre ningún riesgo de ser contradicho.
8. Hablar de lo que va a costar. Como las ganancias son imaginarias y el costo es inmediato y real, la idea se pondrá en entredicho. Si poner en marcha la idea resulta gratuito, será fácil advertir que lo que no cuesta nada no vale gran cosa.
9. Decir que ya se ha ensayado antes. Esta ofensiva es particularmente eficaz cuando la idea viene de un novato, ya que se sentirá que no está al corriente.
10. Arrojar la duda sobre ella. Comentarios de tipo "¿No es un poco extravagante? ¿Nos conviene tanta sofisticación? ¿No resulta pretenciosa?..." resultan muy eficaces.
11. Hacer una contrapropuesta que la bloquee. Si la contrapropuesta cuenta con el apoyo mayoritario, no será difícil disuadir al inventor.
12. Modificarla sucesivamente. Este método es muy elegante. Los retoques crean la ilusión al autor de que su idea es tenida en cuenta, ya que parece que se pretende dar cuerpo a la iniciativa.
13. Poner en duda la paternidad de la idea. "¿No había hecho ya Javier una propuesta parecida a la que ahora hace Enrique?" Mientras todo el mundo busca al primero que pensó en ella, la idea puede expirar por falta de oxígeno.
14. Condenarla por asociación de ideas. Si se consigue asociarla, aunque sea de refilón, con la bestia negra del grupo, se habrá ganado la partida.
15. Desmontarla para ponerla en piezas. Si se manipula la idea durante el tiempo suficiente no quedará de ella más que los despojos.
16. Atacar personalmente al autor. Mientras el inventor se repone de la descalificación, la idea habrá pasado al limbo.
17. Sostener que se opone a algún oscuro reglamento. Aunque la legislación no afecte directamente a la idea en cuestión, quedará la sospecha de que es irrealizable por ilegal.
18. Posponer la idea en el tiempo. Decir que ya se estudiará en una reunión próxima o que se volverá a poner en el tapete en el próximo ejercicio resulta muy eficaz.
19. Encargar a una comisión que la examine. Si la comisión nunca se constituye, si el presidente es quien se opone a la idea, se está compuesta por muchos miembros y si tiene plazos de tiempo muy flexibles, la idea estará enterrada antes de nacer.
20. Animar a su autor a que la mejore. Si la primera era buena, será largo y desalentador. Si pese a ello encuentra otra mejor, se vuelve a empezar.
Hay personas que se sienten agraviadas por la inteligencia de otros. Condenar, enterrar sus ideas les ahorra el deber de aplaudirlas, el esfuerzo de llevarlas a la práctica y la evidencia de su torpeza. Con estas reglas es posible contrarrestar el poder del negativismo al conocer cómo funciona.
Con estrategia persuasiva y resistencia tenaz. Contamos aquí veinte formas de enterrar una idea, no para destruir la de los otros, sino para defender las propias. He aquí el catálogo destructor:
1. Ignorarla. Poner un silencio de muerte a toda propuesta desanimará a su autor, aunque sea de los más curtidos.
2. Eludirla. Se presiente la llegada de una idea a la vista del apuro y de la ansiedad del que se prepara a exponerla. Cambiar de tema, levantar la sesión, hacerse el tonto, son modos para evitar que prospere.
3. Despreciarla. Es muy eficaz levantar una ceja y decir con voz dulce y tono de asombro "no dirás esto en serio".
4. Ridiculizarla. Decir riendo "Oh, está muy bien, habrás tenido que velar toda la noche para tener esa idea". Si, por casualidad, esto es verdad, es aún más gracioso.
5. Elogiarla. Una avalancha de elogios hará que todos aborrezcan la idea, incluso su autor.
6. Propagar que no es nueva. Si se consigue dar a la idea un cierto parentesco con otra ya conocida, el hecho de que ésta pueda ser mejor pasará inadvertida.
7. Hacer ver que no va con la política de la empresa. Como nadie sabe cuál es esa política, no se corre ningún riesgo de ser contradicho.
8. Hablar de lo que va a costar. Como las ganancias son imaginarias y el costo es inmediato y real, la idea se pondrá en entredicho. Si poner en marcha la idea resulta gratuito, será fácil advertir que lo que no cuesta nada no vale gran cosa.
9. Decir que ya se ha ensayado antes. Esta ofensiva es particularmente eficaz cuando la idea viene de un novato, ya que se sentirá que no está al corriente.
10. Arrojar la duda sobre ella. Comentarios de tipo "¿No es un poco extravagante? ¿Nos conviene tanta sofisticación? ¿No resulta pretenciosa?..." resultan muy eficaces.
11. Hacer una contrapropuesta que la bloquee. Si la contrapropuesta cuenta con el apoyo mayoritario, no será difícil disuadir al inventor.
12. Modificarla sucesivamente. Este método es muy elegante. Los retoques crean la ilusión al autor de que su idea es tenida en cuenta, ya que parece que se pretende dar cuerpo a la iniciativa.
13. Poner en duda la paternidad de la idea. "¿No había hecho ya Javier una propuesta parecida a la que ahora hace Enrique?" Mientras todo el mundo busca al primero que pensó en ella, la idea puede expirar por falta de oxígeno.
14. Condenarla por asociación de ideas. Si se consigue asociarla, aunque sea de refilón, con la bestia negra del grupo, se habrá ganado la partida.
15. Desmontarla para ponerla en piezas. Si se manipula la idea durante el tiempo suficiente no quedará de ella más que los despojos.
16. Atacar personalmente al autor. Mientras el inventor se repone de la descalificación, la idea habrá pasado al limbo.
17. Sostener que se opone a algún oscuro reglamento. Aunque la legislación no afecte directamente a la idea en cuestión, quedará la sospecha de que es irrealizable por ilegal.
18. Posponer la idea en el tiempo. Decir que ya se estudiará en una reunión próxima o que se volverá a poner en el tapete en el próximo ejercicio resulta muy eficaz.
19. Encargar a una comisión que la examine. Si la comisión nunca se constituye, si el presidente es quien se opone a la idea, se está compuesta por muchos miembros y si tiene plazos de tiempo muy flexibles, la idea estará enterrada antes de nacer.
20. Animar a su autor a que la mejore. Si la primera era buena, será largo y desalentador. Si pese a ello encuentra otra mejor, se vuelve a empezar.
Hay personas que se sienten agraviadas por la inteligencia de otros. Condenar, enterrar sus ideas les ahorra el deber de aplaudirlas, el esfuerzo de llevarlas a la práctica y la evidencia de su torpeza. Con estas reglas es posible contrarrestar el poder del negativismo al conocer cómo funciona.
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